Descarbonización acelerada, ¿por qué y para qué?
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n el reciente informe “Oportunidades de crecimiento verde para el objetivo de descarbonización de Chile”, el Banco Mundial estimó que si Chile cumple la meta de descarbonizar su matriz energética al año 2050, podría lograr un aumento adicional promedio en el PIB anual de 0,13%, agregando en total US$ 31 mil millones a la economía.
Reducir las emisiones de gases con efecto invernadero, y dejar de utilizar centrales termoeléctricas como fuente de energía, son objetivos tan loables como complejos de lograr. El compromiso de Chile con la ONU de ser carbono neutral dentro de tres décadas fue fruto de un acucioso estudio de la realidad energética nacional y de sus potencialidades a futuro, lo que incluyó análisis sobre el desarrollo de energías verdes en remplazo del carbón.
Por ello es difícil de entender que se aprobara en la Cámara de Diputados la idea de legislar el completo cierre de las centrales termoeléctricas para dentro de sólo cinco años, en 2025. Esta nueva y acelerada meta, lejos de generar un aumento del PIB como estima el Banco Mundial, podría significar una caída de hasta 1%, según el Ministerio de Energía, por el mayor costo de la energía asociado al desarrollo de alternativas al carbón en un plazo tan acotado. En particular, la apuesta por el hidrógeno verde —donde Chile tiene un interesante potencial, pero para el que aún no existe un mercado—, requiere de más tiempo que un simple lustro para aportar la capacidad generadora que hoy se obtiene con carbón.
El Gobierno estima que la propuesta no considera los probables efectos sobre el empleo, el precio de la energía e incluso su disponibilidad 24/7 que tendría adelantar 25 años la meta de descarbonización. Podría incluso haber vicios de inconstitucionalidad en el actual articulado.
Así, una “descarbonización abrupta”, como ha sido llamada, difícilmente acercaría el objetivo de tener una matriz más limpia y a la larga sería más costosa. Si Chile ya tiene una meta ambiciosa y un plan para alcanzarla, lo más prudente parece ceñirse a ellos, o al menos no cambiarlos cuando recién acaban de ser establecidos.